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por con el viento en las velas

Entonces, al escuchar al perro que ladraba,
tuve la impresión de revivir un recuerdo
y penetrar en algo tan elaborado
como un cuento o un sueño.
De alguna manera,
todo estaba allí otra vez:
el barrio, la noche, la niebla misma
blanca como un fantasma,
la luz de las farolas en la calle vacía
y los pinos asomando muy arriba
como una fortificación,
meciéndose,
una sombra viva
hecha también de cine y literatura.
Y todos dormían
mientras alguien contaba latidos,
historias, reproches,
con la misma voz que todavía usa
para hablar consigo mismo.